No puedes simplemente "marcar" el Valle del Duero en unas pocas horas. Su paisaje te pide que reduzcas la velocidad, mires por la ventanilla y saborees cada recodo del río. Laderas en terrazas talladas a mano durante siglos se precipitan al agua, salpicadas de pueblos encalados y fincas vinícolas señoriales.
Visitar el Valle del Duero no consiste tanto en perseguir lugares emblemáticos como en unir las vistas del río, los sabores rústicos y el encanto de los pueblos pequeños.






























